Se sitúa en el llamado pago de la ribera del Darro y Andarat, al noreste de los montes de la Alhambra y de la abadía del Sacromonte. Lo que uno puede ver allí son sólo ruinas, pero aquello tiene un gran valor histórico: es uno de los mejores ejemplos de hacienda-cortijo de la época y clave para el estudio de las explotaciones agrícolas y ganaderas de la Iglesia y del papel económico que jugó la Compañía de Jesús en aquellos siglos.
Por eso Jesús del Valle acaba de ser inscrito –así lo rubricó la semana pasada el Boletín Oficial de la Junta– en el catálogo general del Patrimonio Histórico Andaluz, con la categoría de monumento.
El cortijo consta de un edificio principal, la hacienda propiamente dicha, donde hubo en su día un molino de aceite, otro de harina, lagar y corrales. Y una segunda zona destinada a residencia de los jesuitas. Todo ello rodeado de lo que en su día fueron abundantes tierras de labor.
Y enclavado en una zona de gran riqueza paisajística, lo que llevó –según publicó Ideal hace un año– a su propietario, la constructora Ávila Rojas, a diseñar un proyecto para convertir la hacienda en un hotel de lujo. Hoy día aquello es una construcción ruinosa, pero ya es un monumento.
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